En Mallorca, el patrimonio agrario no es solo tierra de cultivo: es memoria, identidad y cultura viva. Sin embargo, la presión urbanística y la mirada urbana que desconoce —o desprecia— la ruralidad han erosionado ese legado hasta ponerlo en riesgo. Mientras Francia protege por ley los sonidos, olores y ritmos del campo como parte esencial de su patrimonio cultural, aquí seguimos permitiendo que el paisaje agrícola se deshilache entre la especulación y el olvido. Ha llegado el momento de reivindicar, con orgullo y determinación, el derecho a que el campo siga siendo campo.

La transformación acelerada del paisaje y la pérdida de actividad agrícola en territorios turísticos como Baleares no es una cuestión estética ni nostálgica: afecta directamente a nuestra capacidad de sostener un modelo económico equilibrado, garantizar soberanía alimentaria y preservar la identidad cultural del territorio. Este artículo académico ofrece una mirada rigurosa sobre estos desafíos y nos invita a reflexionar sobre la necesidad de políticas valientes que protejan el suelo rústico, impulsen la producción local y fomenten un desarrollo realmente sostenible.

¿Qué ocurre cuando dejamos de producir nuestros propios alimentos? España y Baleares pierden soberanía alimentaria ante la presión de políticas globales y la desaparición del campo. Descubre por qué defender la agricultura local es clave para nuestra supervivencia, economía y libertad.